Parece que con el terremoto,
todos los ricos tienen casa de adobe.
Letras con pretensiones eróticas y políticas, aptas para personas con grados graves de psicopatología; aunque idiotas normalistas son bienvenidos. Se admiten fatales, golondrinas, inútiles, ebrios, moralmente ultrajados y todo adefesio que practique el odio deportivo. El ebrio que escribe se reserva el derecho de leerse eternamente a si mismo.