(todas ellas) abiertas desde el pescuezo hacia la aleta más plumífera,
derrochadas en el pavimento febril de las poblaciones de pantalones cortos... en un maldito abalorio adornante, en un acto despreciativo rociador de gasolina y bolsas de neopreno profundamente turbias...
Qué serían esas manos sin la pena remachada de lástima,
Sin hijos huachos e insomnes a su lado,
con la profundida pérdida de los 100 pesos que me niego a dar,
sin los niñitos sexualizados de niño y patria,
sin la bolsa de basura anhelada por las viejas,
... sin el cielo (que no es azar)
sin el infierno ajeno del habitante de las escaleras del metro